sábado, 13 de agosto de 2016

Llanto

LLANTO

Jui una madri cansina de esperanzas
con entrañas cansinas de deseos.
Esperanzas que al nacel ya se morían,
que los hijus al nacel ya nacían muertos.
Y no eran mis entrañas eriales,
ni la tierra e mi senara era desierto.
Era tierra jolgá, con mucha juerza
y en su punto conseguío de tempero.
Juerun muchos los hijus que yo truji
y de tos cuasi ya ninguno tengo,
que apenas de nacel ya galgueaban
a la busca del calol de otros alientos.
Desperté y dormí yo muchos solis
y regué con mi suol mucho pan negro
y esgarraron mis ojos muchos llantos
y el frío mi regazo jizu yelo,
que los hijus se ajuían de mi casa
y el hogar se ajogaba en el silencio.
Mi oficio era parilos, no gozalos,
que el gozu pa los probis no está jecho.

No sabían que en la entraña de los probis
también bulli un corazón en los adrentos.
Un corazón, que, porque está tallao
a golpis de martillo, como el jierro,
es capás de querel con tanta juerza
que lo esponjan los querelis más pequeños.

Cuántos hijos he parío, cuántos hijos,
y apenas de nacel ya estaban muertos.
Me quisieron consolal con las historias
de toas la jazañas que jicieron
al calol de los solis de otras tierras
y al amparo de los solis de otros cielos.
Pero a mí esas historias no me duermin,
ni calientan mis entrañas esos jechos.
Yo los quiero tenel junto a mi lumbri.
Que yo los he parío y a mis pechos
jicieron los primeros gorgoritos,
y yo jui quien veló su primel sueño.
No quiero más historias. No me duermin.
Son los hijos qu’he parío los que quiero.

Enrique Louzado Moriano

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